por Flavio Pantigoso, publicista
El trabajo fotográfico —en mi opinión— más representativo de Sandro está indisolublemente ligado a gran parte del trabajo publicitario que realizáramos para marcas emblemáticas como Mibanco y, más recientemente, Caja Arequipa. Marcas que se encauzan, en general, dentro de lo que podríamos llamar una segunda ola interpretativa del fenómeno del “emprendedurismo”, por parte de la publicidad. Al documentar la realidad de un nuevo Perú, o de la nueva versión de Perú, se podría decir que Sandro, en realidad, ha sido y es un pilar fundamental de la documentación de una manera nueva de hacer publicidad peruana. Si antes la publicidad se apropió de la fotografía, no fue solo porque así servía mejor a los intereses de la industria publicitaria, sino también porque servía a los intereses generales de la sociedad de mercado, porque contribuía a una ideología de la inmediatez, de lo transitorio, del pasatiempo, del espejismo y de lo supuestamente real. En esta nueva corriente, en cambio, se fomenta la documentación de los grandes temas pendientes del país a través de sus personajes y de sus historias para fomentar un espíritu cuestionador y movilizador. Hablar de esta corriente es hablar de Sandro. El fotógrafo, el artista, la persona. Pero, sobre todo, el obturador de emociones que sabe capturar los retratos y las historias que componen el abanico de personajes y situaciones que nuestra publicidad tuvo por costumbre eludir, cuando no aprisionar, encerrar y ocultar del Perú oficial. En ese sentido, la fotografía publicitaria de Sandro Aguilar es un acto de liberación, un acto de amor por nuestro país y su gente. Y libertadores de la imagen que acerquen el Perú a las marcas, y por ende las marcas al Perú, con excelencia estética, compromiso y ojo avizor, es lo que demanda el país del bicentenario.