En São Paulo tuve la idea de componer bodegones, estimulado por la exuberancia de sus mercados callejeros de los fines de semana, algo que también acontecía en Río de Janeiro al ritmo de bandas musicales y caipirinha. La gente toma la calle. Toma en la calle. Esa festividad, nutritiva en varios sentidos, definió el trayecto que desarrollaría en adelante: la representación alimenticia de cada localidad que conociera. Elegir y organizar sus comestibles sería dar con una aproximación más íntima de aquellos rasgos culturales que se ofrecen al menudeo, es decir, los que se ingieren. Para desplazarme a lo pictórico recurrí a una técnica artesanal de fotografía que aprendí de estudiante, llamada light painting, mediante la cual el trazado de luz que recorre a los objetos durante ciclos de largas exposiciones proviene de una fuente de iluminación manual. En este caso, el pincel es reemplazado por una linterna. Así, fotografía y pintura se reencuentran no solo en la ejecución sino también en el género pictórico que alcanzó su autonomía y esplendor con el arte barroco, invocando a una realidad más directa, emocional y contrastada por las capas del claroscuro.
La transición por la pandemia ha dejado su evidencia y no podía ser soslayable esta vez, ya que los alimentos, auténticos protagonistas de estas composiciones, fueron igualmente recibidos por la esterilización permanente: toda cáscara, toda piel podía ser infecciosa. El trayecto retoma su curso añadiendo la información de un nuevo tiempo, con países que también manifestarían la continuidad del ciclo vital. Porque quizás la naturaleza muerta no solo sea una expresión inanimada que se equilibra por orden de sus colores y proporciones, sino trascienda para repasarnos después alguna huella, alguna costumbre, algún resurgimiento. Como el tempus fugit en los frescos de Pompeya.
Hay una cita bíblica que dirige su contemplación a los resultados de nuestras obras: “Por sus frutos los conoceréis”. Y por muchas noches, alrededor de estos frutos brotados en tierras y aguas distintas, he pensado que puede ser así.
Sandro Aguilar